En estos días ha vuelto a debate una antigua polémica que, aunque creí superada, todavía se expresa con una profunda complejidad dentro del entramado religioso cubano.
Esa polémica está relacionada con las iyaonifás o iyanifás, sacerdotisas que asumieron en 2021 la decisión de dar una «Letra del Año», ceremonia religiosa que siempre ha estado a cargo de los hombres.
Lo primero a destacar es que las mujeres, como iyalochas (santeras), han sido esenciales para el cosmos afrocubano. Nombres de grandes santeras me vienen a la mente: Fermina Gómez, Mamá Montserrat, Rosalía Alvear «La Tuan».
Muchas fueron las primeras obbás (maestro de ceremonias), un espacio que fue cedido a los hombres con el tiempo. Actualmente no existen mujeres que tengan esa jerarquía religiosa, lo que obliga a preguntarse qué pasó. La única respuesta la tiene el machismo patriarcal que desplazó a las mujeres de la jerarquía, como bien demostró la investigadora Nelly Expósito en una ponencia presentada en la XVII Conferencia Internacional de Cultura Africana y Afroamericana del Centro Cultural Africano Fernando Ortiz de Santiago de Cuba.
Ahora, felizmente, hay mujeres que tiran los ecuele y son consagradas en el culto de Orula como iyanifás. Como podía esperarse, han sido atacadas y desautorizadas.
Cabe destacar que las iyanifás también son un resultado del proceso que los expertos denominaron «yorubización» y que insiste en ir a las raíces africanas porque cree que la variante cubana ha olvidado de las esencias originales. Esto hizo que las prácticas del complejo religioso de Ocha-Ifá se dividieran en dos tendencias fundamentales: los «criollos» y los «nigerianos».
Dentro de la tendencia «nigeriana» regresó la práctica de consagrar mujeres como iyanifás. La primera ceremonia de este tipo la realizó en 1994 el babalawo Víctor Betancourt, quien ha sido uno de los principales impulsores de ese movimiento.
Aquella consagración se mantuvo en secreto hasta bien entrado el siglo XXI, cuando aparecieron las primeras polémicas, avivadas en los primeros días de 2021 tras la revelación de una «Letra del Año» por reconocidas iyanifás de toda Cuba.
Se siente como una compensación, también porque las primeras obbá fueron mujeres. Ellas entregaron el secreto a los hombres y terminaron desplazadas.
Ahora fueron algunos hombres los que dieron espacio a las mujeres para recuperar un equilibrio más justo. También puede ser una respuesta a la dura cadena machista que han arrastrado estas religiones, donde siempre se justificó la limitación de las mujeres por la impureza simbólica que atribuida a la menstruación.
Estas ideas el centro de los documentales sobre el complejo religioso de Ocha-Ifá realizados por el desaparecido babalawo e intelectual Tato Quiñones, donde el género es un punto medular del análisis. Por ese camino avanzaron otros materiales como el documental «Iyanifá, la necesaria evolución» (2016), del realizador Noel Rodríguez.
Tal vez no veamos en el futuro a otra mujer como obbá, pero sí a muchas más consagradas a Orula, ya no solo como apetebí, sino como sacerdotisas de ese culto.