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ÁFRICA EN EL PENSAMIENTO DE GUSTAVO E. URRUTIA QUIROS (1851-1958)


Por Tomás Fernández Robaina

África fue tema abordado por la prensa isleña durante el siglo XIX y XX. A partir de 1959 ese abortamiento se incrementa como consecuencia de la apertura de las relaciones diplomáticas de Cuba con las emergentes repúblicas africanas y el apoyo solidario a los movimientos independentistas de ese continente.

Por tan razón he considerado conveniente publicitar dos artículos incluidos en La cuestión racial en Cuba. Pensamiento y periodismo de Gustavo E. Urrutia, en cuyo índice onomástico se registran 19 veces la palabra África, localizables en los cien textos compilados.

Ver la cinta “África habla” le permitió a Urrutia analizar la legitimidad o no de la existencia de un orgullo de raza. Por tal razón reconoció que toda esa filosofía requería comprobación para un hombre como él y que la teoría para el aislamiento del factor racial, se lo posibilitó dicha película. La consideró espectacular sin tesis, que había difundido una idea más elocuente que el orgullo de raza. Por tal motivo, reproduzco y disemino íntegramente su reflexión más adelante.

En “África y América” se evidencia la preocupación y el pensamiento predominante entonces en víspera de la segunda guerra mundial ante la exigencia de Alemania para la devolución de sus antiguas colonias africanas. Atinadamente Urrutia escribió:

“África, pues, sigue siendo el punto neurálgico de la civilización mundial y sobre todo de la occidental. Esto, en cuanto a lo económico y también en lo militar. En África tienen las naciones coloniales una enorme reserva de hombres para reforzar sus ejércitos continentales europeos y para la producción de material de guerra, y esta consideración acaso mueva tanto a Hitler para exigir la devolución de las colonias como la concerniente a la economía de paz.”

Más adelante, señaló que África se encontraba entonces en una etapa parecida a América, cuando las potencias europeas fundaron sus colonias, en virtud de la numerosa inmigración blanca europea; por tal motivo, en el seno de ellas, surgieron clases sociales y económicas criollas que posteriormente las convirtieron en naciones independientes. Estimó que la inmigración de Europa a África, nunca sería como la acaecida en América, donde las clases que ostentaban el poder económico-social, político y militar evitaban el ascenso a esos niveles de los criollos.

Estaba convencido de la asimilación de los códigos sociales, y económicos eurocéntricos por parte de un sector de la población durante el periodo colonial y en las futuras naciones libres que se fundaran por los africanos, al ser gobernados por ellos mismos, y no existir una clase social criolla que los marginara, como la surgida en América. Sus palabras son precisas en esa dirección.

A continuación, los artículos enunciados:

I. “África habla” (24-06-31)

¿Existe en verdad un sentimiento innato que se llama orgullo de raza? ¿Es legítimo este sentimiento? ¿Debemos justificar con orgullo lo nuestro, aunque sea execrable? El vino agrio de Martí no es eso, puesto que nadie como él fustigó el vicio vernáculo. Es, más bien, el limpio amor universal transido de discernimiento para mejor perdonar, que es mejor comprender. Amor de raza puede haberlo—no orgullo—como elemento de un más grande amor humano, de aquella ancha afinidad que me acerca más a un chino culto que a un negro rudo, a un blanco justo que a un negro delincuente.

Esto es demasiado claro. Pero, entre un blanco y un negro de pareja cultura, un blanco y negro igualmente justos, ¿por cuál decidirme? ¿Influirá en mi preferencia el espíritu de raza? Natural y espontáneamente no influye, la simpatía mana entonces de otras afinidades. Pero los dominadores en toda época han servido el grueso manjar del orgullo de raza como alimento irracional de las masas dominantes, como dogma vanidoso y productivo para gente que prefiere no pensar.

En los Estados Unidos, principalmente, al negro se le quiere inculcar este vicio que en él sería pifia enorme, porque no tiene usurpaciones históricas que guardar. Algunos de sus propios directores, por una suerte de mimetismo al cuadrado, predican esa doctrina sin alas, carente de sentido íntimo para el negro. Ese doble mimetismo consiste, por una parte, en la imitación de la táctica blanca, y, por otra, en una reacción primaria y torpe contra esa misma táctica, pero sin contenido ideológico ni utilitario. Este es su criterio:

-Yo debo tener orgullo racial, porque el blanco lo tiene. Puesto que el instrumento de tortura es el orgullo de raza, yo debo defenderme con un sentimiento igual y contrario.

No ven esos directores que un germen de disolución tan bastardo sería fatal en la ideología negra, que no cuenta para neutralizarlo con las grandes defensas capitalizadas por la raza blanca en energías morales, científicas y filosóficas. Esta puede, sin gran quebranto para la integridad de su ética, comportar un contingente malévolo que diseñe y mantenga ciertas filosofías racistas, en tanto que el grueso de su gente sigue reforzándola en sabiduría, riqueza y poder. La raza negra inédita y desprovista –como núcleo—de estas potencias esenciales del vivir colectivo, no tiene resistencia para inyectarse malos ejemplos. Ha de ser virtuosa e inteligente por instinto de conservación. Con estas armas viene ganando todas sus batallas y logrando la recia vertebración moral para el magisterio de amor que el Destino le ha conferido.

Pero toda esta filosofía, grave y menuda, demandaba una comprobación tranquilizadora para un adepto como yo. Acaso una visita al África. Mas este contacto con la gente de mi alcurnia pondría en juego afinidades diversas de las de mera racialidad, arte, moralidad, cultura, capaces de suscitar otros afectos confundibles con el orgullo de raza.

Las condiciones teóricas para el aislamiento del factor racial me las brindó la película “África habla”, simple artificio plástico y sonora, donde el espíritu de raza, “el grito abuelo”, debía decir su palabra a cada negro si es que en realidad existe por su propia virtud.

No hubo tal mensaje ni más emoción que la de ver y oír lo que la geografía me describiera malamente con su literatura cansona y el simbolismo de los mapas. La misma emoción presumible en una película de la China, la India o el Polo, para quien no conozca esas regiones. Puro espectáculo grotesco, pintoresco o bello, pero estrictamente objetivo. Los prados y bosques rumorosos que perfumaron la infancia de mi abuelo, los ríos, la fauna y la misma gente africana, me hablaron el lenguaje intuitivo de la estética, sin resonancia ancestral alguna, porque lo que rige en las humanas no es la etnografía sino la afinidad del espíritu.

“África habla” es una película intensamente espectacular y sin preocupaciones de tesis, que sin embargo nos deja un mensaje mucho más elocuente y actual que el del orgullo de raza: el sentido de la defensa contra el imperialismo, plasmado en el león, el negro a quien devora y el espléndido y bellísimo cuadro de la cacería en que perece la fiera. Juntándose y estrechándose todos los pueblos débiles como se unieron los negros para cazar el león, abreviaremos el tiempo que todavía nos separa de la auténtica fraternidad humana. Desmembrada por el imperialismo colonial, acaso África nos está diciendo cómo podríamos, en nuestra América, defendernos del aborrecible imperialismo financiero.

II. África y América (7-12-37)

Las naciones que ganaron la Guerra Mundial se muestran disgustadas y alarmadas por la energía con que Alemania está pidiendo, casi exigiendo la devolución de sus antiguas colonias africanas. Empiezan, no obstante, a reconocer que para la paz moral y material del mundo es preciso que se restablezca el equilibrio económico universal a la manera que más les place a los países predominantes, es decir, algo semejante a lo que era en 1914. Parece que las naciones pobres y débiles, son todavía elementos desdeñables en este problema de equilibrio económico, a no ser como predios sirvientes con mayor o menor apariencia de soberanía.

Dentro de esta amarga realidad es obvio que a Alemania hay que franquearle la adquisición de materias primas para que su economía y su rebeldía no sigan perturbando el orden tradicional en este valle de lágrimas.

Si esas acciones predominantes entran en razón y llegan a un concierto internacional que ponga al servicio del mundo las enormes riquezas que contiene el Continente Africano, la humanidad toda logrará elevar su nivel de vida, se resolverá felizmente el problema del desempleo y se gozará de un largo período de bienestar material.

África, pues, sigue siendo el punto neurálgico de la civilización mundial y sobre todo de la occidental. Esto, en cuanto a lo económico y también en lo militar. En África tienen las naciones coloniales una enorme reserva de hombres para reforzar sus ejércitos continentales europeos y para la producción de material de guerra, y esta consideración acaso mueva tanto a Hitler para exigir la devolución de las colonias como la concerniente a la economía de paz.

La suerte del África tiene puntos interesantes de semejanza con la del Continente Americano. Un día la América fue conquistada y colonizada como el África. Sus territorios pasaron a menudo a ser propiedad de una u otra potencia con absoluta desconsideración de la voluntad y los intereses de sus legítimos poseedores nativos.

Pero Europa, que parecía dueña y señora de América, no fue más que la servidora del Nuevo Continente recompensada por los rendimientos temporales de una ruda explotación. Los europeos fueron asimilados, las colonias se independizaron y ya América empieza a dictar normas de conducta y a ejercer cierto dominio creciente en la economía europea, en su vida y su civilización.

No hay motivo alguno que otro tanto pueda ocurrir en África donde se está repitiendo el primer ciclo de aquella evolución histórica. Acaso sea cuestión de tiempo y no tan largo como el transcurrido para la reacción americana.

Puede empero, conjeturarse una variación en el cuadro. No parece probable que la inmigración europea en África llegue a ser tan copiosa, ni con mucho, como lo fue en América. El negro africano es aprovechable como no lo fue el indio americano para la explotación en escala colosal de su territorio. Además, la técnica actual se basta a sí misma con la mera exportación de sus respectivos especialistas.

No hay duda de que la población negra del África asimilará la civilización europea, tarde o temprano. Si esto ocurre sin mayoría de población blanca, la independencia de las colonias la realizarán los negros y los estados que funden serán gobernados por ellos. No habrá una población “criolla” que desplace al nativo cual le ha ocurrido al indio americano

Día vendrá en que el panafricanismo pueda gravitar en Europa como empieza a gravitar sobre ella el panamericanismo. Y entonces, ¿qué será de la hegemonía europea y del predominio de la raza blanca en el mundo? ¿Qué será de este equilibrio económico y bélico que actualmente se quiere restablecer por el Viejo Continente a costa del resto del mundo?

El tiempo vuela y la conducta de las naciones predominantes está preparando imprevisoramente un nuevo rival para ellas mismas en el continente africano acaso en un lapso mucho más corto que el de la reacción americana.

Quizás sea cosa de fatalismo histórico. Puede ser que Europa esté predestinada a civilizar continentes y preparar un nuevo estado de cosas para el mundo en que la justicia y el bienestar material se aproximen más a los ideales de la Justicia Divina y en mejor conformidad con las leyes naturales.

Bibliografía citada y consultada.

La cuestión racial en Cuba. Pensamiento y periodismo de Gustavo E. Urrutia / Compilación y prólogo, Tomás Fernández Robaina. Editorial José Martí, 2018, pp. 50, 87, 89, 92, 109, 128, 171, 182,184,206, 214-216, 218, 220, 222, 235, 278-79.

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